domingo, 2 de febrero de 2014

Siempre positivo!

El nuevo año me ha traido una nueva mirada. Y no, no he cambiado de gafas ni me he operado de la vista. Simplemente he despertado de un largo letargo. La nube gris, espesa, que a menudo se cruzaba en mi punto de visión ha desaparecido por completo. Mejor dicho, yo la he hecho desaparecer!
Quienes me conocen lo saben. Tiendo (o tendía) a ser bastante ceniza, pesimista. Si algo podía ir mal, me iría peor. O al menos eso creía yo. Siempre necesitaba a alguien a mi lado que me dijera que las cosas no están tan mal. Un empujón, muchos ánimos y, sobre todo, una colleja para reaccionar y tener una perspectiva más positiva de la vida. Mis días, aún a pesar de la cantidad de momentos maravillosos, personas increíbles y buenos ratos en ellos, siempre pasaban a la historia con alguna lamentación... Recuerdo el último día del año pasado (no hace tanto! ;-P). El 31 de diciembre de 2013 me desperté triste. Me levanté a las 6:30, como cada día, y me fui a trabajar. En el paseo hasta la oficina se me cayeron algunas lágrimas que acentuaron el frío en mi cara. Echaba de menos a mi familia en Ourense y no iba a poder despedir ese extraño año cerca de ellos... La mañana transcurrió bien. Un programa de radio relajado, unos compañeros (la mitad de la plantilla a los que nos tocó trabajar) contentos y una preciosa familia que me esperaba en casa para después ir a cenar a casa de mis suegros. Lo cierto es que el día había mejorado desde aquella visita de la morriña a primera hora. Pero de repente, mientras veíamos la tele antes de tomar las uvas, recibí un mensaje al móvil que lo cambió todo. Habrá quien piense que tener un grupo de whatsapp integrado por tus hermanas, tu madre y tu padre sea una locura, pero lo cierto es que yo lo tengo y me encanta! (Es más, también estoy en otro grupo con mis hermanos políticos, mi suegra y mi marido... ahí queda eso!). El caso es que mientras disfrutábamos viendo jugar a los niños a unas horas nada habituales para ellos, mi móvil vibró y abrí un mensaje de mi padre que lo cambió todo, como decía. No ponía nada. Ni una palabra. Era una simple foto muy propia de mi padre, de su sentido del humor (que tanto me gusta), con la que me abrió los ojos por completo. La carcajada me invadió. En ese momento supe que la vida, mi vida, es bonita, maravillosa, perfecta. Que todo depende de las cosas que vemos, de cómo las vemos y cómo las valoramos. Yo estaba equivocda. No tenía nada por lo que lamentarme. Me di cuenta de la razón que tiene mi Arturiño cada vez que me dice que tengo mucha suerte de poder ver a mis padres y hermanas bastante a menudo gracias al esfuerzo que hacen ellos de venir aquí (a pesar de la pereza del largo viaje en carretera); o cuando me recuerda que tenemos una casa chulísima (aunque necesita infinitas reformas) en la que disfrutar de unos niños geniales; o siempre que me anima a tomar un delicioso cóctel tiki de esos que prepara algún viernes o sábado por la noche para celebrar que mañana no hay que madrugar (tanto).
Así, con una foto absurda cambió mi forma de ver, de mirar, de vivir la vida.
Entró el 1 de enero después de tomar todas las uvas. Y lo hizo de una manera increíble! En estos 33 días TODO, incluso la cirugía con la que este martes mi cuñada me extrajo la última muela del juicio que me quedaba, ha ido bien. Más que bien. Todo ha salido perfecto. Quizás porque ahora me enfrento a cada día de manera positiva. Lo cierto es que la vida me sonríe desde que yo le sonrío a ella cada mañana. Ahora más que nunca estoy feliz; SOY FELIZ! Y lo soy gracias a vosotros, Arturo, Mario y Carmen, que habéis provocado mi cambio de actitud. Ahí está la clave.