domingo, 28 de abril de 2013

Cuentacuentos...

Os presento mi nueva ocupación casera. Me he convertido en cuentacuentos. Es algo tremendamente bonito que siempre he admirado. Hacer volar la imaginación de los niños y llevarlos a países lejanos y maravillosos a través de las aventuras más raras que jamás podría haber imaginado...
Desde que me quedé embarazada de Mario, su padre y yo empezamos a comprar cuentos y libros infantiles (y no tanto) cargados de ilustraciones preciosas! A los dos nos gusta mucho el diseño y la ilustración y pensamos que así disfrutaríamos nosotros y el niño (ahora los niños) a la hora de leer cuentos.
Ya cuando Mario era muy bebé le leíamos cuentos por la noche, antes de dormir. Había oido por ahí que a los niños les tranquiliza escuchar la voz dulce de papá o mamá antes de empezar a soñar... Pero he de reconocer que desde que nació Carmen habíamos perdido esta bonita costumbre que hacía que mantuviéramos cada noche un momentito de intimidad, tranquilidad y felicidad juntos...
Ayer, después de un día de compras en el que cayeron varios libros, llegó emocionado a casa con los cuentos. En cuanto terminó de cenar empezó a pedirnos que le leyéramos un cuento. "Cuando nos vayamos a la cama, antes de dormir", le dije. Y un rato después acosté a Carmen dormida y Mario y yo nos fuimos a su habitación. Cogí el libro de cuentos que le habíamos comprado ayer y empecé a leerle el primero: "El patito feo". Al terminar me pidió otro, así que empecé a leer el segundo: "Los tres cerditos". Pero Mario no quería otro cuento. Quería el mismo otra vez, así que volvimos a leer "El patito feo". Después de esa segunda lectura (para aclarar conceptos, supongo...) me pidió que le contara otro cuento. "Pero no esos, mamá! Quiero el cuento de la batería", me dijo. Unos días atrás yo le había contado la historia de unos amiguitos que montaban un grupo de múscia y él tocaba la batería en ese relato... Así que cerré el libro nuevo y le pregunté quién sería el protagonista del nuevo cuento que íbamos a empezar a crear juntos. Me dijo que la princesa y también tenía que tener madrastra y batería... Así, con esos tres elementos, a los que añadimos a Mario y sus amigos del grupo, inventamos un cuento muy bonito que me hizo repetir una y otra vez hasta que se durmió...
Esta mañana, al despertar, mientras papá preparaba café y los desayunos, me asomé a su habitación. Al sentirme abrió los ojos y con una sonrisa enorme me llamó. Me senté en su cama, le di un beso y me pidió que volviera a contarle el cuento...
Feliz domingo de cuentos, historietas y aventuras! Otro día os cuento el cuento de Mario, su princesa, su madrastra y la batería...



jueves, 25 de abril de 2013

Caca, culo, pedo, pis!

Siempre me ha interesado la fascinación de los niños (y no tan niños, lo reconozco!) por las "cochinadas". Muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos en medio de conversaciones a la deriva tratando alguno de estos temas escatológicos... Hoy, sin ir más lejos, mi amigo Iván me mandó un video de unos dibujos japoneses cuyo protagonista, Urko-San, es una caca convertida en superhéroe... Demencialmente desternillante!
Pero quién no ha reído al ritmo de "caca, culo, pedo, pis"!? Yo lo he hecho miles de veces! Ahora lo retomo, lo redigo y me vuelvo a reír! Y es que tener un niño de dos años, en pleno descubrimiento de la vida y sus pequeños tesoros, hace que vuelvas a ver las cosas desde una perspectiva más bajita... y divertida! Así vemos nosotros a estas cuatro mágicas palabras!
La caca es, hoy por hoy, nuestro enemigo. Se nos resiste. Es la lucha diaria. El desencadenante del llanto antes de asomar, y de la risa y el alivio una vez ha salido... No sé por qué, pero desde que ya no hay pañal le cuesta más desprenderse de ella... Eso sí, también tiene un ritual de despedida: tira de la cadena y le dice adiós con la mano mientras canta la canción de despedida de Dibo, el dragón de los deseos... Yo le hago los coros.
El culo, tan pequeñito en su caso que es casi inexistente, es un atractivo para él. El suyo, el de mamá, el de papá, el de Carmencita... Le gusta porque todos tenemos uno! (No como el pito, que solo lo tienen papá y él...) Y en cuanto alguno se queda al aire, lo señala, se ríe y corre a pellizcarlo!
El pedo es su arma arrojadiza más feroz. A cualquier hora, en cualquier momento. Con un pedo lo zanja todo. Contundentes, sonoros y a veces asfixiantes (suele ser así cuando "el enemigo" quiere salir y él hace fuerza para impedirlo...). Es sin duda un desahogo divertido y traicionero...
Y por último está el pis, que es algo habitual. Superada ya la corta fase de mojar los pantalones, el pis, totalmente controlado, es su gran conquista. Un reto con el que ha demostrado que ya es mayor. Con el pis se alegra, se anima y hasta se aplaude. "Muy bien!", se dice a sí mismo antes de tirar de la cisterna...
Por ahora son estas las cosas que le causan más gracia al pequeñín y, de paso, también a nosotros. Esperemos que poco a poco la lista se amplíe y se haga interminable. No de cochinadas, sino de cosas que nos arranquen la sonrisa cada día!



lunes, 22 de abril de 2013

Rabietas, pataletas y otras historias para no dormir

Las rabietas no molan nada. No, no molan. Esta frase se la hemos repetido a Mario una y otra vez desde el día que exteriorizó por primera vez su rabia... Ya no recuerdo bien aquel momento ni el motivo por el que cogió ese primer berrinche, pero sí recuerdo cómo le espetamos eso de que las rabietas no molan. Tratamos, desde entonces, hacerle comprender que tener una pataleta no soluciona nada; que entienda, a sus dos años, que a veces tenemos que soportar cosas, e incluso hacerlas, aunque no nos apetezcan o no nos gusten. Intentamos que tome la vida como le viene y siempre encontrando lo bueno de cada acontecimiento...
Ay, qué fácil ha sido siempre dar consejos, enseñar lecciones y guiar a los demás! Pero qué pasa cuando la rabieta la tenemos nosotros? Qué pasa cuando somos nosotros mismos los que tenemos que adoptar nuestros consejos, aprender nuestras lecciones y seguir el camino indicado? Pues en mi caso se derrumban las palabras y los ánimos...Y no me siento con moral ni autonomía suficiente como para decirle a nadie que no llore, que no se enfade y que no patalée. Y menos a un niño de dos años.
Pues ahora mismo me encuentro en ese punto. Estoy en el momento en que me pongo la máscara de dura para no derrumbar en un instante el castillo de ejemplaridad que una madre construye desde el minuto uno de tener a su hijo.
Ahora mismo me gustaría patalear, gritar y aferrarme con uñas y dientes a las paredes de mi casa como se aferra un niño a las piernas de su padre en la puerta del colegio...
Ahora mismo pienso que es demasiado pronto para tener que separarme de mi niña!
Ahora mismo creo que en los días que me quedan de baja no podré mirarla incansablemente; acariciarla, besarla y abrazarla lo suficiente; darle pecho todo lo que lo necesite o cantarle canciones tanto como me gustaría...
Ahora mismo me repito a mí misma "las rabietas no molan nada".
Pero ahora mismo no puedo evitar sentir rabia al ver que se acaba el tiempo...

Javi, por Bea Conde-Corbal

miércoles, 17 de abril de 2013

Pinta, juega, ríe!

Pintar, jugar y reír son tres de las cosas que, desde que hay niños en casa, hemos vuelto a hacer.
Todavía recuerdo cuando era pequeña; las tardes de los sábados eran mis favoritas. Papá y mamá estaban en casa con nosotras y nos hacían una merienda especial. Mientras, veíamos dibus. Recuerdo los clásicos de Disney, por ejemplo, y cómo yo me repetía para mis adentros que nunca me cansaría de ver dibujos animados. Sería que me sorprendía que mis padres no disfrutaran, maravillados como lo hacíamos nosotras, de aquellas piezas cortas de animación... Y aunque confieso que nunca me han dejado de gustar los dibus, reconozco que al hacerme mayor mis intereses audiovisuales se ampliaron y dejaron menos tiempo para ellos.
Sin embargo, desde que Mario descubrió la animación puedo asegurar que la tendencia televisiva de este nuestro hogar ha cambiado... Porque cuando no son Mickey, Donald o Pluto, es Pocoyó y si no Caillou; pero también vale Hora de Aventuras, Bob Esponja, los pingüinos de Madagascar o Kung Fu Panda...
También recuerdo cuando montábamos las mesitas de pintar en el salón y dedicábamos mañanas (o tardes) enteras a dibujar y colorear. Es otra actividad que he recuperado: la de pintar. A Mario le gusta pintar corazones, coches, motos... y también le gusta pintar la mesa, el sofá, la ropa y ahora la cara! Hoy nos hemos pintado la nariz y unos bigotes muy molones los dos. Y si me descuido, se los pinta también a Carmen!
Con Mario y Carmen también he vuelto a jugar. Hacemos carreras de coches, jugamos con la pelota (con la de colores, con la del Barça, con la de Bob Esponja y hasta con las pelotas saltarinas!), con las construcciones o con los muñecos y peluches. Incluso pongo voces y escondo mi cara detrás de alguno de sus amigos blanditos! Ésto es algo que a la peque le encanta, por eso lo hago... También hago de Spiderman a veces, de tobogán otras, y de cualquier cosa que se le ocurra al terremoto!
Con ellos y por ellos he aprendido a valorar lo que realmente importa. He aprendido a reirme en las situaciones y momentos más desesperados! He aprendido a esperar con paciencia. He aprendido que el agua que salpican fuera de la bañera se seca; que la pintura que se sale de la libreta se limpia; que los juguetes que aparecen por todos lados a cada paso se recogen; y que los momentos que pasamos juntos no vuelven. Por eso he aprendido que lo importante, cada día, es reír, disfrutar, jugar, salpicar y pintar. Ah, sí, y tomar pastel de chocolate para merendar!





lunes, 15 de abril de 2013

La primavera, la primavera ya llegó...

...Pla, ple, pli! La primavera ya está aquí!
Esta es la nueva canción de la guarde que Mario entona una y otra vez... Por la mañana, por la tarde, por teléfono, por la noche... Se ve que al pobre también le ha hecho ilusión esto de que se vea el azul del cielo, que los días sean más largos, que usemos camisetas y guardemos los jerseyes y las bufandas y que podamos ir al parque, a jugar en los columpios y tirarnos por el tobogán verde (el grande!).
Pero, por desgracia y como no podía ser de otro modo, algo bueno no podía pasar; sin más...
Mario no es el único que da la bienvenida a la primavera. Viejos amigos han decidido acompañarlo y celebrar con él (y con nosotros, claro) este ansiado cambio de estación... Una vez más los hemos invitado a pasar unos días en casa. Desde que se conocieron en la guardería el curso pasado se han hecho inseparables! Sí, efectivamente, hablo de los mocos, la tos y la temida fiebre! Por culpa de estos indeseables amiguitos ya nos hemos fastidiado dos bonitas tardes de sol y calor... Y parece que mañana no estará mejor, pobrecito mío...
Y por si fuera poco, la semana pasada recibíamos noticias de la guarde, precisamente. Habían llegado nuevos compañeros a las aulas: los piojos! Por suerte, y gracias a la loción repelente con la que lleno la cabeza del pobre Mario cada mañana (hasta el punto que le podríamos hacer un tupé a lo Danny Zuko), por ahora nos hemos librado de los incómodos inquilinos de cueros cabelludos... Uffff sólo mencionarlos ya me pica todo!
Y esto acaba de comenzar...
Sólo cruzo los dedos para que las alergias se mantengan lejos! Pero en esto tampoco soy optimista, sobre todo viendo el invierno tan lluvioso que hemos tenido y observando que el patriarca ya ha manifestado claros síntomas en su piel...
Aaaaatchiiiiiiis! Pero qué bonita es la primavera... O no!?
En fin, que como siempre he dicho y siempre diré, déjate de primaveras y que llegue el verano de una vez!




sábado, 13 de abril de 2013

Sonríe, por favor!!!

A pesar de ser un día triste por su marcha, ayer la tita Bea nos hizo sonreir! Y lo hizo con los únicos disparos que no hacen daño: los de su cámara. Con muchos clicks por segundo hizo fotos de todos! De Carmen logró unos retratos preciosos, cargados de ternura, naturalidad y miradas dulces. Y de Mario... de Mario hizo, como siempre, fotos super divertidas, llenas de macarrismo, caradurismo y rock and roll, porque el granuja se sacó la batería al jardín! Yo, que estaba en casa mientras mantenían su particular sesión, solo oía golpes de baquetas y carcajadas de risa, señal de que todo estaba yendo bien.
Arturo y yo también aprovechamos, ya que teníamos a la fotógrafa de la familia en casa, para hacernos unas fotos con los niños; nuestros primeros retratos de familia. Tuvimos además la suerte de tener un invitado excepcional últimamente: el sol; y los colores que captó con su objetivo quedaron muy bonitos. Pero lo mejor, lo mejor de todo, fue, sin duda, el rato de risas y sonrisas que pasamos juntos.
Hoy, ya sin Bea pero todavía con el sol (y calor por fin!!!) continuamos ejercitando nuestras sonrisas. Las intercambiamos desde la mañana, porque no hay nada mejor que recibir un nuevo día con una, dos, o tres sonrisas al abrir el ojo... Y es que esto de ver a la primavera hecha realidad (yo ya empezaba a pensar que no existía, que eran los padres...) da muchas ganas de sonreír! Así que por la tarde nos fuimos de paseo por la urbanización; llegamos hasta los columpios y nos contagiamos y contagiamos sonrisas por el camino.
Es increíble el gran poder que puede alcanzar un gesto tan simple, sencillo y cotidiano como éste... Con una sonrisa se puede conseguir todo, empezando por el bienestar (o biensentir) de uno mismo. Cada vez que mis niños me sonríen se me olvida cualquier cosa que estuviera pendiente de hacer o decir... Incluso regañar se me olvida... Soy de risa (y sonrisa) fácil, qué le voy a hacer...
Sonreir sería lo más perfecto del mundo si, en lugar de ejercitar 17 músculos faciales, ejercitara los abdominales, o los glúteos... Pero no. Sonreir no solo no adelgaza sino que a veces incluso engorda... Engorda el alma! A pesar de eso, las sonrisas son una de mis cosas favoritas y, por más muecas torcidas que encuentre en mi entorno, yo seguiré fiel a ellas.
Sí, soy fan de las sonrisas, mías y ajenas, haya o no una cámara enfrente...

Bea Conde-Corbal Fotografía Artística





miércoles, 10 de abril de 2013

Hermanísimas y hermanísimos

Cuando comencé con este blog escribí sobre superpadres y superhijos, pero todavía no había dicho nada de los superhermanos. En mi caso son dos. Dos hermanas. Nos llamamos a nosotras mismas hermanísimas. Porque eso somos, claro!
Yo soy la mayor; luego está Cris, dos años menor que yo, y por último, pero no por ello menos importante, llegó Bea, seis años después de que yo cambiara para siempre la vida de nuestros superpadres. Las tres somos completamente diferentes, a pesar de los parecidos que inevitablemente hay entre nosotras. Pero esas diferencias no han hecho mella en nuestra relación a tres bandas. Ni si quiera la edad. Todo lo contrario! Esas diferencias nos han unido aún más; nos han complementado desde hace ya casi 27 años (sí, Bea, vas a cumplir 27 años ya... y yo te sigo viendo casi bebé...).
Mis hermanísimas son de las poquísimas personas con las que me puedo enfadar, con las que puedo discutir, a las que puedo gritar y decir cualquier cosa (ellas también a mí), y a los cinco minutos estar y hablar como si no hubiera pasado nada. Y esto es porque nos queremos. Nos queremos mucho. Así nos enseñaron mis padres a crecer: queriéndonos por encima de todo.
Mis hermanísimas no están pasando su mejor época... como tantos jóvenes talentosos y con buena preparación académica de este país en este momento que nos ha tocado vivir... Y, encima, las tres estamos separadas por varios cientos de kilómetros... Una en Ourense, otra en Barcelona y yo en Toledo. Vaya suerte, eh padres? Qué desperdigadas nos tenéis... Es algo que no hubiera imaginado en mi "vida ideal", pero que ha pasado. Sin embargo, y a pesar de lo dura que es esta situación, la sólida base de nuestra relación hace que procuremos estar cerca más allá de nuestros destinos. Así, no voy a negar que mi teléfono echa chispas. Bueno, para ser exactos mi teléfono fijo, mi móvil, mi ordenador... Porque si no es el whatsapp, es el line, la línea del fijo, una llamadita al móvil porque acabo de recordar algo y no se me puede olvidar contárselo, o el skype, siempre que el ordenador nos lo permita y no se cuelgue al minuto de haber comenzado la videollamada! En fin, que cada día hablamos. Y hablamos mucho. Nos apoyamos en todo. Nos criticamos, nos aconsejamos, nos escuchamos, nos ayudamos y nos reñimos. Y, además, siempre que podemos nos vemos! Por skype, sí, pero también en persona. Incluso vinieron a darme una sorpresa cuando me quedé embarazada de Mario y solo nuestras familias lo sabían!
Ahora tengo la suerte de tener aquí en casa a la pequeña. Bea se ha venido desde Barcelona (700 kilómetros en bus, con parada en Zaragoza y Madrid para cambiar de vehículo). Ha venido a vernos y, sobre todo, a disfrutar de sus sobrinos unos días! Desde Navidad no estábamos juntas y eso, para nosotras, es mucho tiempo... Cris también suele viajar en autobús desde Ourense (otros 600 kilómetros desde la otra punta del país) a Toledo. Lo hace de noche para estar aquí bien temprano por la mañana y aprovechar el tiempo. Ella viene a menudo a ayudarme con los niños. Incluso una vez se pasó más de un mes entero cuidando a su Cuscús (Mario) porque estaba muy malito... Ahora está cuidando a nuestra abueliña. Lleva ya seis meses entre ingreso, operación, postoperatorio y rehabilitación de su maltrecho tobillo, y no puede venir tanto como le gustaría...
A lo que voy, que me encanta tener a estas dos mujeres como hermanas. Yo las adoro, a cada una con sus defectos (pocos) y virtudes (muchas), y sé que ellas me adoran a mí. Mis hermanísimas son de esas personas que siempre están cuando las necesitas. Y así quiero que sean entre ellos mis pequeños.  Hermanísimos para siempre!



martes, 9 de abril de 2013

Vértigo

Hoy he sentido vértigo. Pero no ese vértigo de cervicales que hace que todo dé vueltas a tu alrededor aunque estés tumbado. Tampoco era el vértigo que con la edad se ha ido apoderando de mi igual que lo hizo con mi padre y nos impide disfrutar de bonitas vistas a veces... El vértigo que he sentido hoy tiene que ver con el tiempo, con la velocidad a la que pasa todo...
Hoy, 9 de abril, Carmen cumple 4 meses! Cuatro meses ya! Dentro de nada me tendré que reincorporar al trabajo. Me tendré que separar de ella y sólo pensarlo ya me duele como si me arrancaran un riñón...
Para ella cumplir hoy cuatro meses tampoco ha tenido mucha gracia... Comenzaba el día recibiendo cuatro vacunas. Así, de regalo de primera hora... Pobrecita mía! Lo que ha gritado y llorado... Eso sí, en cuanto la cogí entre mis brazos se calmó!
Ay, mi Carmencita... Últimamente me he dado cuenta que la dependencia que tienes hacia mí es mutua. Sí era consciente de tu necesidad de mí, de mi teta, de mis brazos, de mi voz, de mis caricias... Pero ahora reconozco mi propia necesidad  de ti; de tu sonrisa al despertar, de tus gorgoritos a todas horas, de tu mirada en busca de la mía, de tu carcajada suave al acercarme cosquilleante a ti, de tu mano agarrando fuerte la mía... Debí haberlo sospechado cuando me sorprendía a mí misma mirándote embobada sin que nada más en el mundo importara o estuviera pasando... Debí sospechar cuando las noches en las que empezaste a dormir muchas horas seguidas sin arrimarte a mi pecho echaba de menos tu calor... Ahora ya no lo sospecho; lo sé. Te necesito tanto como respirar, y me está costando mucho, muchísimo, ver pasar el tiempo tan deprisa sin poder hacer nada más que acompañarlo...
Cada vez que pienso que Mario ya tiene dos años me recorre un escalofrío desconcertante por la espalda... Y ahora, que te miro a ti y veo un bebé precioso que empieza a voltearse, a jugar, a reír, a querer incorporarse para descubrir todo lo que hay a su alrededor... me doy cuenta de lo importante, de lo valioso que es el tiempo. Saber aprovecharlo, saber disfrutarlo, saber exprimirlo. Hasta la última gota, el último tic-tac. Hasta los malos tiempos...
Mi madre siempre nos había dicho lo rápido que pasa el tiempo cuando eres madre y ves crecer a tus hijos... Siempre pensé que exageraba, pero no. En esto, como en todo lo que dice y me ha contado, mi madre también tenía razón. Es como eso de que las cosas malas parece que nunca terminan y las buenas pasan volando! Así es. Yo, como mi madre, ahora desearía poder parar todos los relojes del universo. Congelar el tiempo para poder disfrutar plenamente de este maravilloso momento, de estos maravillosos hijos que tengo, siempre. Sólo eso.

La persistencia de la memoria, Salvador Dalí

lunes, 8 de abril de 2013

Atravesada...

A lo largo de los años han sido muchas las cosas que se me han atravesado... Ya de pequeña se me atravesaba la carne. No había forma de que me comiera un filete de ternera gallega bien limpia sin que se me hiciera bola el primer bocado... Por más que mi abuela Carmiña  machacaba la carne con aquel mazo de madera hasta dejarla más fina que la suela de un zapato. Por más ajo con el que aderezara mi filete. Por más hecha que estuviera la chicha, no había forma! Se me atravesaba... Más adelante se empezaron a atravesar otras cosas... En el colegio, por ejemplo, se me atravesaban las ciencias. Bueno, la física, porque la química me gustaba y se me daba bien. Incluso en 1º de BUP un mal profesor intentó que se me atravesaran las matemáticas... Pero aquello fue sólo durante ese curso. En cuanto llegué a 2º me di cuenta de que las matemáticas nunca se me habían dado mal, y entonces comprendí que hay gente muy capulla que te hace creer que no vales para algo cuando no es así! Y fue así como se me empezaron a atravesar también algunas personas...
Llegué a la Universidad, empecé Filología Inglesa y el tercer año estuve a punto de abandonar. Siempre me había encantado el inglés, pero en la facultad no estaba aprendiendo lo que yo quería... La lengua inglesa se diluía entre literaturas, historias y teorías de... Quería dejar los estudios e irme a Inglaterra a aprender de verdad. En aquel momento, con 20 años, un consejo a tiempo de mi abuela Elisa  y mi tío Moncho (el mismo que me habían dado mis padres, pero claro, eran mis padres y yo no quería escucharlos a ellos...) me empujó a seguir. Cogí carrerilla entonces y aquella carrera que se me estaba atravesando terminó. Me licencié después de haber tenido la oportunidad de cursar mi último año en Inglaterra y aprender de verdad. Sin embargo siempre, durante esos 5 años de universidad, tuve clavada la espinita de haber estudiado periodismo... Así que después de hacer el C.A.P. (porque con filología inglesa o hacías el C.A.P. o estabas vendido...) me aventuré en esto de la comunicación y regresé a la universidad. Hice un máster de edición periodística y medios de comunicación en el que aprendí la profesión desde dentro, trabajando. Comencé en el mundo laboral. Primero fueron las prácticas. Luego una beca. Otra beca más y mi primer contrato laboral! Eso sí, de prácticas... En medio de esa vorágine de puestos de trabajo, algunos de los cuales también se me atravesaron, decidí estudiar periodismo y volví a la universidad nuevamente y por cuarta vez! Y ahí sigo... Atravesada con siete asignaturas para licenciarme en la que podría decir que siempre fue mi pasión y mi profesión, porque siempre he trabajado en el mundo de la comunicación... Un par de currillos como profesora particular; alguno de camarera y azafata mientras estudiaba la primera carrera, pero nada más... Y no soy capaz de arrancar... Es como si hubiera perdido la fuerza y la motivación... Desde que empecé esta segunda carrera mi vida ha dado muchas vueltas y ahora, con dos críos, ya me resulta un tanto imposible poder sacar tiempo para el estudio...
Sin embargo, el sábado pasado, en un encuentro casual, la mujer de un buen amigo me recordó que sí se puede. Me contó cómo ella fue capaz de sacarse su oposición (es nefróloga) mientras cuidaba a su niña, y me animó a seguir peleando con los libros, los apuntes y los subrayadores. Todo es cuestión de voluntad y disciplina (vaya, justo lo que nunca he tenido...), a lo que yo tendré que añadir una buena dosis de café extra. Así que me he propuesto que al menos lo voy a intentar... A ver si por fin consigo dejar de estar atravesada, aunque solo sea en esto...

domingo, 7 de abril de 2013

Cambios...

Hay gente a la que los cambios le asustan. A mí siempre me han gustado. Creo que los cambios son más que necesarios de vez en cuando. Da igual si se trata de cambiar de piso, cambiar de ciudad o solamente cambiar de corte de pelo. La vida es una sucesión de cambios lo mires por donde lo mires! Algunas veces los cambios no son como esperas. Te aventuras a dejar algo por lo que parece ser tu sueño y resulta un fracaso... Pero como siempre me dice mi hermana, las cosas pasan porque tienen que pasar. Incluso las cosas malas. Y son quizás éstas (las cosas malas) de las que más podemos aprender...
Hoy me he parado a pensar en mis cambios. Y lo he hecho porque hace unos días hicimos algunas pequeñas modificaciones en casa. Algo tan simple como cambiar unos muebles de sitio ha hecho que me sienta contenta. De ahí mi reflexión positiva sobre los cambios. Sean los que sean.
De todos los cambios que ha habido en mi vida solamente un par de ellos, puede que tres, han sido duros. Uno ya pasó y se olvidó. Se trataba de un cambio laboral que no fue ni parecido a lo que se suponía que iba a ser... El otro cambio venía unido al anterior; me arrastró desde el norte hasta el centro del país. En aquel momento eso era lo que más deseaba: estaba harta de vivir en Compostela bajo la lluvia, lluvia, lluvia y más lluvia... Y lo que fue decisivo y determinante para que tomara la carretera: me había enamorado de verdad... y él era toledano! Así que hice mis maletas y sin pensármelo dos veces, en cuanto surgió aquella oportunidad laboral, me mudé. Como ya he dicho, aquel trabajo no fue como esperaba. Duró un año y fue el año más duro de mi vida hasta ahora. Levantándome a las 6 en Toledo para ir a trabajar a Madrid desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde y volver... Y todo por unos pocos euros a los que tenía que restar lo que me costaba el transporte (Toledo-Madrid-Toledo más Bono transporte...). El estrés, las palizas de recorrer la capital por el subsuelo de cabo a rabo cada día y el mal comer en la oficina delante del ordenador me regalaron a cambio, eso sí, un tipo fino para lucir meses después mi traje de novia. Pero no repetiría jamás aquello (lo del trabajo, digo). Sin embargo, y a pesar de aquel año nefasto, y a pesar de reconocer que la vida en Toledo nunca me ha parecido fácil (todo lo contrario!); a pesar de echar de menos mi Ourensiño del alma, a mi familia, a mis amigos, mis paseos, mis cafés, mis olores de siempre... A pesar de desear cada instante volver a la ciudad que me vio nacer y criar allí a mis polluelos, en las mismas calles que yo troté, en los mismos parques en los que yo corrí, jugué y disfruté. A pesar de todo eso y de haber pensado tantas veces desde hace ya 6 años en lo dura que ha resultado ser esta decisión, reconozco que no me arrepiento de haberla tomado! Y no me arrepiento porque fue la llave de mi felicidad; me dio a mi marido, lo más grande, sólido y verdadero que tengo, y él me dio a las dos personas más maravillosas: nuestros hijos. Esta dura decisión me ha abierto el corazón, me ha hecho comprender lo mucho que quiero y necesito a mi familia; pero también me ha dejado ver que soy capaz de salir adelante "sola", de superar retos y conseguir metas más allá de "mis fronteras". Esta dura decisión me ha mostrado nuevos sentimientos y sensaciones; me ha proporcionado, además, una nueva amiga y compañera de viaje: la morriña.
Desde hace seis años los cambios en mi vida han sido constantes: he cambiado de ciudad, de piso, de trabajo, de estado civil, y el más importante, grande y satisfactorio de los cambios, he dejado de ser solo hija para ser madre. Hoy miro atrás y solo puedo dar gracias porque todos los cambios, incluso los que más me duelen, me han traido cosas buenas. Por eso cuando algo se tuerce, cuando algo no sale como habíamos planeado, cuando la cuesta de enero dura hasta abril (o mayo, o enero del próximo año...), cuando creo que todo me sale mal, me paro, respiro y, aunque soy de las que lloran por todo, pienso en las sonrisas, los besos, los abrazos, las caricias, los "te quiero", y todas esas cosas buenas que la vida ha decidido regalarme cada día sin necesidad de salir de casa. Pienso en mi familia: mi marido, mi Mario y mi Carmen, y automáticamente todas las penas desaparecen como las semillas de los abuelillos cuando soplas...







miércoles, 3 de abril de 2013

Creciendo...

Hace unos días, en Ourense, mi hermana Cris decidió germinar unas lentejitas con Mario. Su intención iba más allá de hacer ver a su ahijado del alma cómo crecen las semillas. Lo más importante de su experimento era crear más complicidad entre ellos (aunque yo creo que tener más complicidad de la que tienen es imposible!!!), tener algo importante que hacer cada día con sus cuatro manos. En definitiva, estar unidos por algo que han comenzado juntos.
Las lentejitas siguen creciendo entre algodones, igual que Mario y Carmen, y hoy me he dado cuenta de lo importante que es aprovechar bien el tiempo, aunque llueva, porque pasa volando! Esta mañana me he metido en el armario de Carmen para recolocar la maleta que hemos traido de Ourense, las cositas nuevas que nos ha regalado la abuela Eva, los vestiditos que hace unos días nos mandaba María desde Compostela... y oh Dios mío! Ya no me cabe en el armario! He guardado en varias cajas la ropita que ya no le vale... bodies, pijamas, camisitas, faldones, chaquetas y capotas (nunca se sabe si algún día nos tocará un Euromillón y nos lanzaremos a por el tercero... ;-P). Lo he cuidado y guardado todo como lo hizo mi madre hace ya 32 años y gracias a lo que Carmen puede ponerse hoy la que fue mi primera ropa. Lo que más me ha llamado la atención es comprobar la velocidad a la que crecen estos niños! En menos de cuatro meses ya he retirado y repuesto prendas no sé cuántas veces! Y entonces he pensado detenidamente en la importancia del riego diario de las lentejitas. Cada día que pasa nuestros pequeños ven, observan, escuchan, aprenden, imitan, desarrollan, crecen, y es nuestra responsabilidad que todo eso lo hagan de la mejor manera posible.
Por eso me he propuesto tomarme con calma esto del riego... Apuesto firmemente por una crianza de apego, de abrazos, de besos, de mimos (cómo me gustan los mimos que me da Mario!). Sin prisas. Aunque a menudo sea necesario llamar a la paciencia una y otra vez, procuraré hablar bien delante de ellos, obrar bien en su presencia, ponerme en su lugar cuando no entienda algo. Intentaré, con todas mis fuerzas, no fallarles nunca; estaré ahí (o aquí) siempre que lo necesiten, pase lo que pase. Me comprometo a dar el mejor ejemplo posible cada minuto. Jugaré, me reiré, lloraré, estudiaré (de nuevo) y haré todo con ellos, por ellos, a su ritmo. Daré cada paso a su lado hasta que ellos decidan que ya puedo caminar unos cuantos metros por detrás. Los cuidaré hasta el fin, con todas mis ganas. Los querré sin reservas, sin condiciones y sin límites. Y lo más importante, creceremos juntos porque juntos comenzamos esta aventura de la familia.
Cris, sigue regando las lentejitas, las de verdad y las de carne y hueso, porque en esto de crecer juntos, cuantos más seamos, mejor!


martes, 2 de abril de 2013

De paso...

En movimiento. Así escribo hoy. Entre el balanceo de la furgoneta y el verdor que se va quedando atrás... Ese verde que poco a poco va dejando paso al amarillo. Podría comparar el paisaje geográfico con mi paisaje interior. Son paralelos.
Hace tiempo (no mucho) que dejé de ser verde. El cambio fue gradual. Las decisiones, movimientos y acontecimientos de los últimos ¿3 años? diría yo, quizás 4, han hecho de mí una mujer madura. Me doy cuenta ahora, mientras miro de frente a la vida. Ya no tengo miedo a tener miedos. Ni tengo vergüenza de avergonzarme. Ya sólo lloro cuando algo duele mucho. Y mi dolor ya no es sólo mío. Comparto el dolor de los que más quiero. Lo que le duele a mi marido, me duele a mí. Lo que le duele a mis hermanas o a mis padres, me duele a mí. Pero sobre todo, lo que le duele a mis hijos me destroza a mí! Ellos son el principal motor de mi vida. Por ellos me he convertido en una mujer madura más. Sin importar el qué dirán. Sin preocuparme por mi pelo, mis kilos de más, las ojeras que se han apropiado de mi cara o las no fiestas que me pego... Ahora entiendo perfectamente aquello que me decía mi madre en mi adolescencia, cuando yo le sugería, después de escuchar a mi abuela decírselo, que saliera o se arreglara más... "Cuando tengas hijos lo entenderás", decía ella, "ya me lo contarás", insistía...
Pues aquí estoy, mamá. Contándote lo que me pasa. Reconociendo en mí tus palabras y siguiendo tus consejos lo mejor que puedo.
Supongo que no hay nada malo en madurar, aunque tampoco es fácil. Imagino (quiero hacerlo) que llegará un día en que todo se asiente y el tiempo pase con normalidad. Todo volverá a su sitio, como el cuerpo después de un parto... Tarde o temprano el baile de hormonas acabará con una lenta, como acaban los bailes, y con el sosiego, la calma y la templanza que aporta la madurez continuaré mi labor como esposa, como hermana, como hija, como nieta, como amiga y como madre. Y espero hacerlo con más fuerza si cabe. Con más energía y entusiasmo! Con la ilusión de pensar que cada mañana comenzará una nueva aventura. Con la seguridad de que las cosas que se hacen con dedicación y con amor son las que sirven de ejemplo para los que nos rodean. Con la esperanza de mejorar un poquito cada día y con la tranquilidad de saber que me estoy esforzando.
Hoy he vuelto a llorar al despedirme de mi Ourensiño, con todo (y todos) lo que abarca... Sé que cada despedida duele, arranca un pedacito de mi ser, del pasado y del presente, pero también sé que pone remiendos a mi futuro yo. En cada una de mis marchas aprendo, valoro, siento, vivo... Todo dentro de mí se remueve, como si un terremoto pasara cerca. Y aunque luego todo se recompone, cada vez que llega este desgarrador momento pienso que ojalá no existiera la palabra adiós...


Ourense, por Bea Conde-Corbal