domingo, 7 de abril de 2013

Cambios...

Hay gente a la que los cambios le asustan. A mí siempre me han gustado. Creo que los cambios son más que necesarios de vez en cuando. Da igual si se trata de cambiar de piso, cambiar de ciudad o solamente cambiar de corte de pelo. La vida es una sucesión de cambios lo mires por donde lo mires! Algunas veces los cambios no son como esperas. Te aventuras a dejar algo por lo que parece ser tu sueño y resulta un fracaso... Pero como siempre me dice mi hermana, las cosas pasan porque tienen que pasar. Incluso las cosas malas. Y son quizás éstas (las cosas malas) de las que más podemos aprender...
Hoy me he parado a pensar en mis cambios. Y lo he hecho porque hace unos días hicimos algunas pequeñas modificaciones en casa. Algo tan simple como cambiar unos muebles de sitio ha hecho que me sienta contenta. De ahí mi reflexión positiva sobre los cambios. Sean los que sean.
De todos los cambios que ha habido en mi vida solamente un par de ellos, puede que tres, han sido duros. Uno ya pasó y se olvidó. Se trataba de un cambio laboral que no fue ni parecido a lo que se suponía que iba a ser... El otro cambio venía unido al anterior; me arrastró desde el norte hasta el centro del país. En aquel momento eso era lo que más deseaba: estaba harta de vivir en Compostela bajo la lluvia, lluvia, lluvia y más lluvia... Y lo que fue decisivo y determinante para que tomara la carretera: me había enamorado de verdad... y él era toledano! Así que hice mis maletas y sin pensármelo dos veces, en cuanto surgió aquella oportunidad laboral, me mudé. Como ya he dicho, aquel trabajo no fue como esperaba. Duró un año y fue el año más duro de mi vida hasta ahora. Levantándome a las 6 en Toledo para ir a trabajar a Madrid desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde y volver... Y todo por unos pocos euros a los que tenía que restar lo que me costaba el transporte (Toledo-Madrid-Toledo más Bono transporte...). El estrés, las palizas de recorrer la capital por el subsuelo de cabo a rabo cada día y el mal comer en la oficina delante del ordenador me regalaron a cambio, eso sí, un tipo fino para lucir meses después mi traje de novia. Pero no repetiría jamás aquello (lo del trabajo, digo). Sin embargo, y a pesar de aquel año nefasto, y a pesar de reconocer que la vida en Toledo nunca me ha parecido fácil (todo lo contrario!); a pesar de echar de menos mi Ourensiño del alma, a mi familia, a mis amigos, mis paseos, mis cafés, mis olores de siempre... A pesar de desear cada instante volver a la ciudad que me vio nacer y criar allí a mis polluelos, en las mismas calles que yo troté, en los mismos parques en los que yo corrí, jugué y disfruté. A pesar de todo eso y de haber pensado tantas veces desde hace ya 6 años en lo dura que ha resultado ser esta decisión, reconozco que no me arrepiento de haberla tomado! Y no me arrepiento porque fue la llave de mi felicidad; me dio a mi marido, lo más grande, sólido y verdadero que tengo, y él me dio a las dos personas más maravillosas: nuestros hijos. Esta dura decisión me ha abierto el corazón, me ha hecho comprender lo mucho que quiero y necesito a mi familia; pero también me ha dejado ver que soy capaz de salir adelante "sola", de superar retos y conseguir metas más allá de "mis fronteras". Esta dura decisión me ha mostrado nuevos sentimientos y sensaciones; me ha proporcionado, además, una nueva amiga y compañera de viaje: la morriña.
Desde hace seis años los cambios en mi vida han sido constantes: he cambiado de ciudad, de piso, de trabajo, de estado civil, y el más importante, grande y satisfactorio de los cambios, he dejado de ser solo hija para ser madre. Hoy miro atrás y solo puedo dar gracias porque todos los cambios, incluso los que más me duelen, me han traido cosas buenas. Por eso cuando algo se tuerce, cuando algo no sale como habíamos planeado, cuando la cuesta de enero dura hasta abril (o mayo, o enero del próximo año...), cuando creo que todo me sale mal, me paro, respiro y, aunque soy de las que lloran por todo, pienso en las sonrisas, los besos, los abrazos, las caricias, los "te quiero", y todas esas cosas buenas que la vida ha decidido regalarme cada día sin necesidad de salir de casa. Pienso en mi familia: mi marido, mi Mario y mi Carmen, y automáticamente todas las penas desaparecen como las semillas de los abuelillos cuando soplas...







3 comentarios:

  1. seguro que aquella experiencia primera ya está más que olvidada. cambios en la vida, tendrás cientos. mejores y peores. y nunca estarás preparada para alguno ... pero con amor y un poco de fuerza se supera todo. tienes mucha suerte amiga bloguera, tienes una familia 10. ahí y en tu tierra lluviosa. enhorabuena ! paloma

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    1. Cuánta razón tienes, Paloma querida, en todo lo que dices! Mil besos desde aquí lejos!

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  2. Gracias Eva, no me puedo sentir mas identificada y aunque estoy un poco mas lejos hasta Guatemala, y trabajando de profesora de ingles, la vida da miles de vueltas, soy feliz gracias a mi marido Joseph y a mi bebe de 2 meses Jose Manuel gracias por hacerme pensar en lo verdaderamente importante.Gracias un bico enorme y yo voy amontonando tambien toneladas de morriña en este caso de Lugo.

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